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Este pasado fin de semana, desde Escapa tuvimos el privilegio de vivir en primera persona uno de los monumentos más emblemáticos del ciclismo mundial: el Giro de Lombardía. Y no solo como espectadores, sino también como participantes en su versión cicloturista, la Gran Fondo Il Lombardia. Una experiencia que nos dejó agotados físicamente, pero profundamente enriquecidos como amantes del ciclismo.
Rumbo a Como
El viernes por la mañana salimos desde Barcelona en furgoneta, rumbo a Como, Italia. Más de diez horas de carretera que, aunque se hicieron largas, pasaron más rápido entre conversaciones sobre los favoritos del Giro de Lombardía y estrategias para la Gran Fondo del domingo.
A medida que nos acercábamos a Como, el paisaje se volvía más espectacular y la emoción crecía. Sabíamos que nos esperaba un fin de semana lleno de historia, esfuerzo y pasión por el ciclismo.
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Sábado: Pogacar hace historia en Bergamo
El sábado fue el día grande. Nos acercamos a la salida del Giro de Lombardía, y el ambiente era simplemente brutal. Aficionados de todo el mundo, medios, equipos, ciclistas… todos reunidos en torno a una pasión común: el ciclismo. Estar allí, en medio de esa energía, fue un privilegio.
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La carrera fue intensa desde el inicio, y el desenlace no decepcionó: Tadej Pogačar se llevó la victoria, logrando su quinto triunfo en Il Lombardia, algo que lo coloca ya en los libros de historia del ciclismo. En segundo lugar llegó un muy sólido Remco Evenepoel, que además se despidió de su equipo actual para fichar por el BORA-hansgrohe Red Bull, marcando el inicio de una nueva etapa en su carrera. El podio lo completó un sorprendente Michael Storer, que supo aprovechar su momento y se coló entre los grandes.
También fue destacable la fuga de Quinn Simmons, que mantuvo viva la emoción durante buena parte de la jornada y terminó en una meritoria cuarta posición. La llegada a Bergamo fue apoteósica, con miles de personas animando y una atmósfera única.
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Domingo: La Gran Fondo, una prueba única
El domingo fue nuestro turno. Participamos en la Gran Fondo Il Lombardia, una prueba cicloturista que recorre parte del trazado profesional y que nos permitió sentir en primera persona lo que significa enfrentarse a los puertos míticos del ciclismo.
La ruta es simplemente espectacular: 112 kilómetros con 2.000 metros de desnivel positivo, atravesando algunos de los lugares más emblemáticos del ciclismo italiano, como el Muro di Sormano y la Madonna del Ghisallo.
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Los primeros treinta kilómetros fueron rápidos, con un ritmo vivo que permitió formar los primeros grupos. Pero pronto llegó el momento más temido por todos: la subida al Muro di Sormano. Un puerto que impone respeto desde el nombre, y que en la práctica es aún más desafiante. Son 7 kilómetros al 9% de media, pero lo realmente duro llega en el último kilómetro y medio, donde la pendiente se dispara hasta un 17% de media, con rampas que alcanzan el 27%. Pero no solo fue difícil por su pendiente: la carretera estrecha, cubierta de hojas caídas de los árboles, y la presencia de más de dos mil ciclistas hacían que cada metro fuera un desafío técnico y físico.
Después vino la subida a la Madonna del Ghisallo, 8.6 km al 6.2%. En su cima se encuentra el emblemático Santuario della Madonna, patrona de los ciclistas. Entrar en ese lugar sagrado, rodeado de bicicletas históricas (como las de Coppi, Bartali o Merckx) y maillots legendarios (el amarillo de Indurain o Hinault, el arcoíris de Cipollini, o la maglia rosa de Contador) es una experiencia que pone la piel de gallina. Es un viaje directo al corazón de la historia del ciclismo. Un lugar que todo amante de este deporte debería visitar al menos una vez en la vida.
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Durante el recorrido, pasamos por pueblos con mucha historia a orillas del Lago di Como, donde el sonido de las campanas de las iglesias nos acompañaba al paso. Fue un detalle mágico, que añadía aún más mística a la experiencia.
Las bajadas de los puertos también fueron un reto. El estado de la carretera, con muchas curvas cerradas y hojas de castaño en el suelo, exigía máxima precaución. El tiempo tampoco ayudó: unos 14 grados y cielo cubierto, que, aunque no fue extremo, sí añadía un punto de dificultad y exigencia.
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La parte final de la ruta fue exigente: un tramo de sube y baja con muchas rotondas y cambios de ritmo que nos llevó hasta lo alto del pueblo de Cantù. El ambiente era festivo, los ánimos no faltaban, y cruzar la línea de meta fue una mezcla de orgullo y felicidad.
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Regreso a casa
Tras conseguir nuestra medalla del monumento de Lombardía, emprendimos el regreso en furgoneta hacia Barcelona. El cansancio era evidente, pero la satisfacción lo superaba todo. Volvíamos con recuerdos imborrables, con nuevas historias que contar y con la certeza de que el ciclismo, más que un deporte, es una forma de vida.
Escrito por Pep Fontanals el 17 de Octubre de 2025
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